NARRADOR
La
larga noche de la muerte del Señor ha pasado ya, la sombra de la muerte ha
desaparecido y en medio
de las penumbras de la desilusión y del silencio, Jesucristo ha resucitado
glorioso para darle vida al mundo entero; su presencia ahora ha cambiado, su
cuerpo en estado de glorificación es fuerza en medio de la debilidad de los hombres
incrédulos ante la admirable resurrección del Señor.
- SABADO SANTO -
Del
Evangelio de Mateo 27, 57-66, Juan 20,19-31
NARRADOR
Al
atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había
hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a
Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran.
Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en
un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una
gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra
María estaban sentadas frente al sepulcro. A la mañana siguiente, es decir,
después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se
reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole:
EXTRAS
“Señor, nosotros nos
hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo”:
JESUS
“A los tres días
resucitaré”
EXTRAS
“Ordena que el
sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el
cuerpo y luego digan al pueblo: ¡Ha resucitado! Este último engaño sería peor
que el primero”
NARRADOR
El
primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María
Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al
encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo:
MARIA MAGDALENA
“Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”
NARRADOR
Pedro
y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero
el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al
sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón
Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y
también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas,
sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había
llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían
comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
Los discípulos regresaron entonces a su casa. María se había quedado afuera,
llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos
ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del
lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron:
ANGELES
“Mujer, ¿por qué
lloras?”
MARIA MAGDALENA
“Señor, si tú te los has llevado dime donde lo has puesto y yo iré a buscarlo”
NARRADOR
Al
decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó:
JESUS
“Mujer, ¿por qué
lloras? ¿A quién buscas?”
MARIA MAGDALENA
“¡Maestro!”
JESUS
“No me retengas,
porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi
Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes”
NARRADOR
Reflexión final
El
espanto que nos producía la imagen de Jesús ensangrentado ha terminado, las
escenas de dolor camino hacia el calvario han cesado, ahora brilla en medio de nosotros la luz de
la presencia del Señor resucitado y sin espanto alguno.
Somos
testigos de su resurrección fundamentalmente en nuestros corazones; el fuego
dio comienzo de nuestra vigilia se ha impuesto sobre la noche oscura de la
muerte porque el Hijo de Dios resucitó, en el ambiente de la oscuridad más
profunda de la humanidad por la muerte del Señor, hoy nos ha nacido la luz del
mundo, Jesucristo el fuego de nuestras vidas, él es el Rey y el centro de
nuestros corazones acobardados por su ausencia, pero ahora alegres porque ha
resucitado.
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