El
Jueves Santo es, según un cantar popular castellano, uno de los tres jueves del
año que relucen más que el sol. Y no es para menos: en vísperas de dar su vida
por nosotros.
Es en este día que observamos dos gestos de Jesús: el primero es la fracción del pan, el segundo el lavatorio de los pies a sus discípulos. Ambos constituyen el testamento y la herencia que nos ha legado, la tradición que hemos recibido del Señor.
Ambos gestos significan en el fondo lo mismo: que Jesús nos ama hasta el extremo, como se vería en el Calvario al día siguiente. Significan, también, que todos los que se consideran discípulos de Jesús deben amarse los unos a los otros, como él los ha amado.
Es en este día que observamos dos gestos de Jesús: el primero es la fracción del pan, el segundo el lavatorio de los pies a sus discípulos. Ambos constituyen el testamento y la herencia que nos ha legado, la tradición que hemos recibido del Señor.
Ambos gestos significan en el fondo lo mismo: que Jesús nos ama hasta el extremo, como se vería en el Calvario al día siguiente. Significan, también, que todos los que se consideran discípulos de Jesús deben amarse los unos a los otros, como él los ha amado.
- JUEVES SANTO -
Del
Evangelio de Marcos 14-12,49; Juan 1-9
NARRADOR
El
primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima
pascual, los discípulos dijeron a Jesús:
EXTRAS
“¿Dónde quieres que
vayamos a prepararte la comida pascual?”
NARRADOR
El
envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
JESUS
“Vayan a la ciudad;
allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y
díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala,
en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos? El les mostrará en
el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta;
prepárennos allí lo necesario”.
NARRADOR
Durante
la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón,
el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en
sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa,
se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua
en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con
la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le
dijo:
PEDRO
“¿Tú, Señor, me vas a
lavar los pies a mí?”
JESUS
“No puedes comprender
ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”
PEDRO
“¡No! ¡Tú jamás me
lavarás los pies a mí!”
JESUS
“Si yo no te lavo, no
podrás compartir mi suerte”
PEDRO
“Entonces, Señor, ¡no
sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”
JESUS
“El que se ha bañado
no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes
también están limpios, aunque no todos”
NARRADOR
El
sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”. Después de haberles lavado los
pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo:
JESUS
“¿Comprenden lo que
acabo de hacer con ustedes? Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno
que come conmigo”
NARRADOR
Ellos
se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro:
EXTRAS
“¿Seré yo?”; ¿Seré yo
Maestro?; ¿Jesús yo te traicionaré?
JESUS
“Es uno de los Doce,
uno que se sirve de la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está
escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más
le valdría no haber nacido!”
NARRADOR
Mientras
comían, Jesús tomo el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos, diciendo:
JESUS
“Tomen, esto es mi
Cuerpo”
NARRADOR
Después
tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les
dijo:
JESUS
“Esta es mi Sangre,
la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberá
más del fruto de la vid hasta el
día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”
NARRADOR
Después
del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Y Jesús les
dijo:
JESUS
“Todos ustedes se van
a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las
ovejas. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea”
PEDRO
“Aunque todos se
escandalicen, o no me escandalizaré”
JESUS
“Te aseguro que hoy,
esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado
tres veces”
PEDRO
“Aunque tenga que
morir contigo, jamás te negaré”
NARRADOR
Llegaron
a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
JESUS
“Quédense aquí,
mientras yo voy a orar”
NARRADOR
Después
llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a
angustiarse. Entonces les dijo:
JESUS
“Mi alma siente una
tristeza de muerte. Quédense aquí velando”
NARRADOR
Adelantándose
un poco, se postró en tierra
y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora.
JESUS
“Abba –Padre– todo te
es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la
tuya”
NARRADOR
Después
volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús mirándolos dijo a Pedro:
JESUS
“Simón, ¿duermes? ¿No
has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y
oren para no caer en la tentación, porque es espíritu está dispuesto, pero la
carne es débil”
NARRADOR
Luego
se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los
encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían
qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo:
JESUS
“Ahora pueden dormir
y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a
ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el
que me va a entregar”
NARRADOR
Jesús
estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado
de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas
y los ancianos. El traidor les había dado esta señal:
JUDAS
“Es aquel a quien voy
a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado”
NARRADOR
Inmediatamente
se acercó a Jesús, diciéndole:
JUDAS
“Salud, Maestro”
JESUS
“Amigo, ¡cumple tu
cometido!”
NARRADOR
Entonces
se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó
su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le
dijo:
JESUS
“Guarda tu espada,
porque el que a hierro mata a hierro muere ¿O piensas que no puedo recurrir a
mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de
ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales
debe suceder así?”
NARRADOR
Y
en ese momento dijo Jesús a la multitud:
JESUS
“¿Soy acaso un
ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me
sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron”
NARRADOR
Todo
esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces
todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Reflexión final
Lo
que Jesús hizo en la Última Cena es para nosotros, los cristianos, un
indicativo y un imperativo: la expresión del amor de Jesús a los hombres y el
mandamiento de amarnos los unos a los otros. Jesús lo hizo por amor y el amor
lleva al amor. Quien experimenta el amor de Cristo no queda igual, no puede
quedar igual. Los apóstoles en la Última Cena son testigos del amor de Cristo y
de la inmensa responsabilidad que queda en sus manos. De ahora en adelante son
más conscientes, por una parte, de su propia miseria, como hombres y pecadores,
pero, por otra parte, son más conscientes de los tesoros infinitos que Dios ha
depositado en su alma.
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